A medida que avanzaba la década, estas tramas conspirativas se extendían dentro y fuera del mundo militar, ramificándose entre ciertas organizaciones de izquierda, consolidándose a medida que sus dirigentes avanzaban en la jerarquía militar. Pero no todos estaban de acuerdo con sus principios políticos, y algunos eran de carácter más bien reaccionario: todavía es objeto de especulaciones el tema de cuántas conspiraciones más existieron y si estas involucraban oficiales de alto nivel, especialmente generales –como Ítalo del Valle Alliegro, ministro de la Defensa de Carlos Andrés Pérez–, e importantes figuras políticas, como Arturo Sosa, quien fuera más adelante rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En 1993-94 se hablaría incesantemente de un golpe de derecha, cuyos responsables estaban, al parecer, en el Alto Mando Militar.
Pero sea como sea, la insurgencia de febrero de 1992 fue protagonizada por los llamados COMACATES –Comandantes, Capitanes y Tenientes–, es decir, oficiales de mediana graduación, y hegemonizada por un proyecto nacionalista y revolucionario, que sería el resultado de la colaboración de más de una década entre la izquierda civil y militar.
Día de la Dignidad Nacional
Hace dos décadas, el levantamiento militar rebelde bolivariano del 4 de febrero de 1992 forzó la agonía y muerte del Pacto de Punto Fijo que había comenzado en 1989, tras la explosión social ahogada con fuego y muerte por Carlos Andrés Pérez.
Hoy, 21 años después que el líder de la Revolución Bolivariana diera el primer paso para acabar con la miseria en la que tenían sumergido al pueblo los gobiernos de la Cuarta República, motivo suficiente para inspirar la rebelión cívico-militar, se celebra el Día de la Dignidad Nacional y se construye una nueva historia basada en los principios ideológicos del libertador Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, que se manifiestan  en beneficios directos para el pueblo venezolano.
4f_valencia_paracmacay