La Estrategia de Maduro: Entre el
Garrote y el Bisturí.
Parte I
Omar
José Hassaan Fariñas - 03 de marzo de 2014
La “Mano
Dura”
Desde que inició
este último capítulo de la larga y repetida saga de actos violentos para
derrocar al gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela,
empecé a escuchar – con un poco de preocupación – opiniones que circulan
dentro del propio ámbito social del chavismo sobre la respuesta actual del
gobierno nacional a la violencia de las hordas fascistas, criticando las acciones
del gobierno por una supuesta ausencia de “mano dura” que pueda
imponer un fin definitivo y contundente a esta serie de actos repletos de
terror y violencia, y que amenazan con consumir a todos los venezolanos.
Me imagino que
con la expresión “mano dura”, se refieren al empleo de la capacidad bélica o
coercitiva de los órganos de seguridad del Estado para desplazar a los grupos
violentos e imponer el orden público mediante la fuerza. Para ser más preciso,
utilizar la Guardia Nacional y los órganos policiales para imponer el orden,
suspender y dispersar las marchas y las protestas, utilizar municiones “activas”
(reales) y someter a todos los manifestantes, sin diferenciar entre los mismos,
con la esperanza de que el miedo de la “mano dura” pueda dispersar sus
esfuerzos y neutralizar el intenso activismo político y las expresiones
altamente violentas que exhiben ciertos sectores de la oposición.
Comprendo la
preocupación de los militantes bolivarianos, a la vez de los otros ciudadanos
de la República, que aunque no comparten los
criterios de la Revolución Bolivariana, repudian y rechazan las
actuaciones de las bandas delictivas que pretenden asesinar, herir y destruir
en nombre de la “patria”. Pero a la vez, quiero expresar mi
gratitud a Dios, todo poderoso y misericordioso, que efectivamente el gobierno
bolivariano NO se encuentra en la actualidad desarrollando una
estrategia de “mano dura” en respuesta a la situación que viene desarrollándose
en el país desde el 12 de febrero (en realidad, este nuevo proceso golpista
inició el 2 de febrero de 2014 - en el Estado Nueva Esparta - cuando
estos mismos fascistas atacaron el equipo de beisbol cubano durante la Serie
del Caribe).
El gobierno
bolivariano ha tomado una serie de medidas, que si se analizan desde una óptica
global, podemos observar que surge de las mismas una estrategia bastante
coherente y metódica, que no obedecen estímulos “mercuriales” o “apasionadas”
y que ignora los impulsos instintivos más básicos y emotivos, a favor de la
razón, la lógica, y sobre todo, la sabiduría en el manejo de esta agresión
política, económica y social que enfrentamos todos los venezolanos. Podemos,
por el momento, denominar el conjunto de medidas y acciones por parte del
gobierno nacional como la “Estrategia de Maduro”,
aunque en realidad, y si le preguntamos al mismo Presidente, nos diría que la
misma fue, es y seguirá siendo la estrategia del propio Comandante Hugo
Chávez Frías.
A criterio de
quien suscribe, evaluar la estrategia del Presidente Maduro requiere de una
visión que transcienda lo meramente local o nacional, producto – en primer
lugar - de las semejanzas entre la situación venezolana y otras instancias
en el sistema internacional que padecen de esta misma “enfermedad crónica”,
quienes por lo general son gobiernos que no se circunscriben a las políticas de
Washington. Pero en segundo lugar, la visión analítica que proponemos aquí debe
transcender lo local (nacional), específicamente a raíz de que los verdaderos
actores intelectuales de la agenda sangrienta contra Venezuela no viven en este
país. La estrategia del Presidente Maduro para neutralizar la
agresión terrorista es la única verdaderamente válida para salvar no solamente a
la Revolución, sino a la democracia y hasta el propio país y todos sus habitantes,
aunque los “movimientos estudiantiles” de la oposición no lo
crean. A continuación, en este documento que se divide en dos partes, esperamos
demostrar la veracidad de lo que acabamos de señalar.
Lo Que se
Busca
Definitivamente,
el Presidente Maduro no ha utilizado la “mano dura” que tanto anhelan y desean
los grupos fascistas que se imponga, pues más allá de ciertos incidentes
aislados por parte de la Guardia Nacional (con miembros de la
misma bajo investigación por el Estado a raíz del uso desmedido de la fuerza,
asunto que nunca sucedió durante el Caracazo) y negarle a los manifestantes la
posibilidad de “invadir” el este de Caracas después del daño que
le causaron a la sede de la Fiscalía de la República y la zona del
Parque Carabobo, los actos violentos continúan – y
con muy pocas restricciones - en sus supuestos “bastiones” en
partes del oeste de la capital del país, a la vez de la ciudad de Maracaibo
y el Estado Táchira. Estos agentes fascistas que “operan” en
estos puntos aislados del país “sueñan” con lograr dos victorias políticas/mediáticas
estratégicas, y que podemos resumir en los siguientes puntos:
- Lograr la expansión de las protestas violentas hacia todo el
interior del país, con manifestaciones y actos violentos en múltiples
focos, preferiblemente en los barrios y las zonas más pobladas de la
nación, lo que podemos identificar como la estrategia de “incendiar
el país”. En este sentido, el “volumen” de
las demostraciones no es tan importante como la presencia de los actos
violentos y anti-constitucionales en múltiples focos geográficos.
Ya el asunto del “volumen” sería trabajo de los medios de comunicaciones,
quienes son expertos en el arte de maquillaje y montaje de las cifras y la
realidad en general, representando una concentración de cien elementos
violentos como una de miles y miles de “luchadores” pacíficos. Si se
generan actos violentos, se les atribuyen todos al gobierno,
y si no existen los mismos, se fabrican, asunto demasiado factible y
realizable para los expertos en guerra psicológica de los medios de comunicaciones
nacionales y globales.
- Provocar una serie de respuestas violentas por parte del Estado
o de los grupos adeptos a la Revolución Bolivariana. Nada es más deseado y
anhelado por parte de las hordas fascistas que poder reproducir en
Venezuela lo que sucedió en las plazas de Al-Nahda y la
Mezquita de Rabaa al-Adawiya de la ciudad del
Cairo en agosto de 2013, o en el Maidan Nezalezhnosti (Plaza
de la Independencia) de la ciudad de Kiev en febrero de 2014. En Egipto,
las masacres de agosto de 2013 dejó un saldo de más de 600 muertos (la
oposición en ese país señala una cifra mucho más alta), mientras que las
protestas sangrientas en Kiev lograron - luego que exitosamente pudieron
provocar el gobierno de ese país a generar respuestas violentas -
destruir el gobierno del Presidente ucraniano Viktor Yanukovych.
Los medios de comunicaciones globales – en cooperación con las hordas
que tanto desprecian la democracia en Venezuela – pueden magnificar a
dimensiones astronómicas los sucesos en las calles, pero
para eso necesitan que “algo” suceda, para poder magnificarlo. Claro,
siempre pueden inventar o crear “represión” de la nada
(veamos como las fotos de actos de represión en otros países fueron
atribuidas al gobierno venezolano), pero estas fabricaciones nunca poseen
la misma contundencia que pudiera exhibir “un poquito de represión”
verdadera.
Este último
punto nos ayuda a identificar correctamente el verdadero enemigo que enfrenta
el pueblo venezolano: no son las hordas fascistas, ni sus aliados de los medios
de comunicación nacional, ni tampoco los “dirigentes” de la MUD (quienes son
“dirigidos” en vez de “dirigir” ellos mismos).
Los verdaderos enemigos son quienes
requieren de los eventos o sucesos que puedan producir todos los “elementos”
nacionales para poder tomar acciones políticas, diplomáticas, institucionales y
económicas en el ámbito internacional y que conjuntamente puedan destruir – progresivamente
- el gobierno y hasta todo el país si es necesario. Si el plan resulta en la
destrucción masiva del país objeto de la agresión, pues no importa: en primer
lugar, no es su país, es el de otros,
y en segundo lugar, la destrucción solo implica más “contratos de
reconstrucción” para los actores intelectuales de la agresión imperial.
El verdadero actor que controla las “marionetas” fascistas en
Venezuela es el mismo actor que impuso su voluntad en Irak, Afganistán, Siria,
Libia, Egipto, Ucrania y tantos otros países del mundo: el gobierno de Estados
Unidos y sus múltiples “tentáculos” institucionales,
organizacionales y económicos.
Quienes
reprocharan al Presidente Maduro desde el oficialismo por no aplicar la llamada
“mano dura” contra las hordas fascistas, aun no comprenden la verdadera
naturaleza del enemigo de la Revolución Bolivariana, un enemigo que se
encuentra esperando – pacientemente – por esas mismas acciones de mano
dura que tanto demandan y solicitan. No queda duda alguna que la República
Bolivariana de Venezuela y los ciudadanos que rechazan la violencia en la misma
– una mayoría abrumadora – se encuentran sometidos a una guerra
sistemática y sin piedad, en eso todos estamos claro. Lo que no les queda claro
a ciertos comentaristas o simpatizantes del chavismo es que
tipo de guerra se le esta aplicando al país, quienes verdaderamente la dirigen,
y que tipo de evolución debe tener la misma para lograr sus objetivos.
Las Guerras
de IV Generación
La guerra que se
le aplica al país en la actualidad posee muchos nombres: Guerra de IV
Generación, Guerra Psicológica, “Golpe Suave”,
Guerra de Baja Intensidad, “Revoluciones de Colores”,
etc. Aunque tiene varias “etiquetas”, este tipo de conflicto siempre exhibe una
serie de tácticas bastante monótonas, repetitivas y consistentes, de la misma
manera que los dictámenes del Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional se aplican por igual a todos los países del Sur,
sin percibir cualquier tipo de variedad entre economías tan complejamente diversas
como la de Venezuela, Egipto o Sudáfrica. Indiscutiblemente, y disculpen si les
presento un argumento tan obvio y elemental, estas formas de guerra no se
realizan mediante el empleo de tanques o buques de guerra (aunque durante las
etapas finales de la misma, sí se requiere de dichos instrumentos de guerra,
como se pudo ver en Libia).
Lo que quizás no sea tan obvio, es que las
estrategias coercitivas tal vez no sean las respuestas más adecuadas o
convenientes para neutralizar estos tipos de agresiones. Las guerras de IV
Generación son operaciones “delicadas” y hasta incluso pudiéramos
decir “quirúrgicas”, asuntos verdaderamente delicados y
refinados, en los cuales el empleo desmedido de la fuerza, o la política del “garrote,”
haría más daño que beneficio. A continuación, haremos una breve descripción de
las supuestas Guerras de IV Generación – desde la perspectiva operativa de
las potencias imperiales – lo cual constituye el objetivo de la primera
parte del análisis actual.
Las
Guerras de IV Generación, irónicamente, se
refieren originalmente a las guerras de guerrillas empleadas por un ejército o un
movimiento popular y/o nacionalista para derrocar a una dictadura amparada por
las estructuras de un Estado-Nación. Originalmente conceptualizado por el
norteamericano William Lind y un grupo de militares de ese país, el
término constituye una serie de respuestas “novedosas” (en
realidad, son tácticas bastante antiguas) por parte de movimientos o actores no
estatales que trataban de desplazar las ocupaciones militares e imperiales de
Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Al encontrarse en una correlación de
fuerzas altamente asimétrica en relación a un enemigo que posee bombarderos,
tanques, buques de guerra y armas químicas y biológicas, las entidades no
estatales o los movimientos guerrilleros utilizaban tácticas de enseñanza
y/o propaganda, organizaciones sociales de carácter
político y militar, operaciones clandestinas, tácticas
de “hit and run” (atacar y correr), confusión sistemática,
entre otras, para superar la brecha tecnológica y las capacidades logísticas
que poseen los Estados y los ejércitos invasores.
Ciertos
elementos de este tipo de lucha fueron paulatinamente empleados por las mismas
potencias occidentales cuando les llegó el turno de derrocar gobiernos y
destruir “estados enemigos” desde adentro, aunque ya
dichas estrategias fueron puestas en práctica durante la Guerra Fría y no
después, como ciertos expertos alegan. Los golpes de estado contra los
gobiernos nacionalistas y antiimperialistas de Jacobo Arbenz
en Guatemala y Mohammad Musadag en Irán son ejemplos de la
versión imperial de las estrategias de Guerra de IV Generación. En la versión supuestamente “posmoderna”
(periodo pos-Guerra Fría) de las Guerras de IV Generación, el concepto
desarrollado por Lind y sus amigos militares evoluciona a raíz de las múltiples
contribuciones intelectuales por parte de organizaciones políticas
norteamericanas, entre las más importantes podemos señalar al “Instituto Albert
Einstein” de Gene
Sharp, los “Soros Founation” y “Open Society Foundations”
de George Soros, el “International
Center for Nonviolent Conflicts” (ICNC) de Peter Ackerman y Jack
Duvall, el “Freedom House” de William H. Taft IV, la “National
Endowment for Democracy” (NED) de Carl Gershman y el “International
Republican Institute” del senador estadounidense John McCain.
En este tipo de conflictos, se traslada
el campo de batalla desde el espacio tradicional clausewitziano (campo de
batalla abierto) y hacia las ciudades y los centros civiles, urbanos e
industriales. Los contornos del campo de batalla resultan
imprecisos, sin exhibir “frentes identificables”, y la distinción
entre “civiles” y “militares” es por lo general muy
tenue. Las posibilidades que brinda el desarrollo tecnológico (especialmente la
tecnología de las comunicaciones y la información) permiten que uno de los
“guerreros” más claves en este tipo de conflictos sean los medios de comunicaciones
globales, empleando los mismos conceptos de enseñanza, propaganda y confusión
sistemática de las guerrillas, pero contra un gobierno popular y nacionalista.
Las “Vitrinas
Políticas”
El elemento más
importante de esta estrategia para las potencias agresoras es conseguir,
fomentare, organizar, articular y financiar grupos nacionales adeptos a sus
causas, es decir, adeptos con sólidos intereses económicos
sectoriales, aunque la masa poblacional que debe eventualmente
actuar a favor de dichos sectores no poseen ningún interés económico
compartido, sino meramente una fuerte identificación
ideológica.
Luego se inicia la búsqueda de elementos en la
sociedad que pudieran legitimar discursos políticos que descalifiquen el gobierno
objeto de la estrategia de derrocamiento. Ahora bien, si los partidos políticos
tradicionales opuestos al gobierno no poseen dichos credenciales (por estar
desacreditados, “momificados” o divorciados de las realidades sociales del
país), se busca el apoyo en otros grupos sociales, como por ejemplo los grupos juveniles y los estudiantes,
quienes son muy adecuados para ejercer la función de “vitrinas políticas” para quienes no poseen viabilidad política.
No sería la primera vez que el gobierno de Estados Unidos utilice grupos
estudiantiles altamente conservadores como “carne de cañón” para
una invasión o una desestabilización subversiva.
El historiador
norteamericano Nicholas Cullather, de
la Universidad de Indiana, fue contratado en 1992 por la CIA como historiador
para elaborar un libro titulado “Operation PBSUCCESS: The United
States and Guatemala 1952-1954” (Operación
PBSUCCESS: Estados Unidos y Guatemala 1952-1954) desclasificado en 1997, y que
luego formó parte de un libro comercial titulado “Secret History:
The CIA´s Classified Account of its Operations in Guatemala, 1952-54”
(Historia Secreta: El Recuento Clasificado de la CIA y sus Operaciones en
Guatemala, 1952-1954) publicado en 1999. En estas obras, Cullather señala cómo
la CIA estimuló la creación de una red de
estudiantes de la Universidad de San Carlos para
las actividades que ellos denominaron “anticomunistas”. Aquí nos referimos al “Comité de Estudiantes Universitarios Anticomunistas
(CEUA)”, creado por Mario Augusto Sandoval Alarcón (quien iría a
dirigir los escuadrones de la muerte de la CIA en Guatemala durante los 1970 y
1980), e integraba elementos estudiantiles contrarios a Arbenz, muchos de ellos
pertenecientes a las clases sociales afectadas negativamente por las reformas
agrarias de la Revolución Guatemalteca de
1944.
Estos estudiantes fueron entrenados por los
norteamericanos en métodos de propaganda: consignas antigubernamentales, repartir volantes e, incluso, fueron los encargados de distribuir
artículos de
prensa falsos,
escritos naturalmente por los especialistas en guerra sicológica de la CIA. Estos
“agentes estudiantiles” de la CIA distribuían material subversivo, utilizando
rumores y difundiendo ideas en contra del gobierno: “Las tierras comunistas son
tierras temporales” o “quienes reciben tierras de los comunistas son comunistas”, entre tantos otros eslóganes
y campañas, todas con el objetivo de generar el pánico y la duda en la sociedad
guatemalteca. Los estudiantes de la CEUA recibían apoyo del “Comité Anticomunista de
Locatarios de los Mercados de Guatemala”, como también del “Comité Coordinador
Anticomunista”
y el “Frente
Anticomunista
de Liberación”, quienes trabajaban en la difusión
de rumores y panfletos anticomunistas.
No solo eso, sino que igualmente participaron
en actos de sabotaje como la destrucción de una torre eléctrica en Salamá, Baja Verapaz. Estos actos se dieron dentro del marco de
los eventos del 29 de marzo de 1953, cuando 200 mercenarios tomaron Salamá (ciudad guatemalteca) durante 17
horas, y fueron asistidos por el CEUA y la Asociación General de Agricultores (AGA). La revuelta fue
controlada, pero ya con ese primer
esfuerzo se estableció un patrón de acción. Cuando el gobierno de Arbenz desarticuló
la CEUA, varios de sus líderes se fugaron a Honduras y constituyeron el núcleo
central del programa contrarrevolucionario, el llamado “Comité de Estudiantes
Universitarios Anticomunistas de Guatemala en el Exilio” (CEUAGE), igualmente controlado
por la CIA.
La “Bola de Nieve”
Continuando con nuestro análisis, al fomentar
movimientos sociales conservadores y movilizarlos políticamente, inicia la
etapa de las manifestaciones, huelgas, paros sindicales, todas actividades
amparadas por la Constitución y las leyes del país, si el mismo posee un
sistema democrático, naturalmente. En líneas generales, la idea es utilizar la Constitución,
los marcos jurídicos y los derechos políticos y sociales de un sistema
democrático en contra del mismo pueblo que apoya su gobierno electo. Estas manifestaciones y
huelgas, en ciertos momentos precisamente calculados, se deben transformar en
acciones bélicas, desestabilizadoras y de sabotaje, con el fin de fomentar el
caos necesario para debilitar las funciones de coordinación y logística, que
son las ventajas más grandes que posee un Estado en caso de una invasión o una subversión.
Los medios de comunicación entran en el
escenario con su efecto multiplicador, seleccionando (o fabricando) ejemplos aislados
de violencia estatal contra los mismos grupos violentos y subversivos,
transformando los mismos de agresores a “pobres víctimas”, lo cual debería alimentar las protestas
con aun más adeptos de la población nacional – horrorizados e indignados por
la “brutalidad” del Estado y sus malvados “secuaces” (simpatizantes el gobierno) – hasta poder estimular el
llamado “snowball
effect” (el
Efecto “Bola de Nieve”). La expresión antes señalada es un término figurativo que
alude a cualquier proceso que inicia de manera reducida o insignificante pero
que con el tiempo, la repetición y la persistencia, va adquiriendo cada vez más
“momento
lineal” o momentum, eventualmente alcanzando
características o proporciones potencialmente peligrosas y catastróficas.
Finalmente, al adquirir un nivel “adecuado”
de caos e inestabilidad (una “bola de nieve” que se transforme en una “avalancha”), y al regarse estos
efectos por varias partes o “focos” del país, se genera la sensación de una
gran calamidad nacional, cuando en realidad la misma no supera unas cuantas urbanizaciones
dispersas y aisladas, lo cual aporta el momento ideal para aplicar el golpe mortal (golpe de gracia) que ayuda a
transformar la apariencia en una realidad: una acción militar o paramilitar, un
acto terrorista u otro tipo de acción que “empuje” el país en una de dos direcciones: o
colapsa el gobierno y reina el caso, que por lo general es un proceso de corta
duración, producto de que los aliados locales de las potencias imperiales ya
están preparados para “llenar el vacío de poder” que ellos mismos propiciaron en primer
lugar (los elementos fascistas en la Ucrania del 2014, por ejemplo), o el
esfuerzo logra desestabilizar el gobierno solamente de manera parcial, lo que
nos lleva a una guerra civil sangrienta, que siempre es “alimentada” desde afuera. Si mis palabras no
logran convencerlos, pues vean a la Siria de la actualidad, o recuérdense de la
breve guerra civil en Libia.
En la próxima sección de este análisis,
evaluaremos las estrategias (o contra-estrategias) que debe emplear un Estado y una sociedad para darle respuesta a una
agresión imperialista coordinada por sus aliados fascistas en el territorio
nacional.