Alexis Ramírez inició dialogo por la paz en Mérida

Oposición ausente en la primera reunión
Alexis Ramírez inició dialogo por la paz en Mérida

La Estrategia de Maduro: Entre el Garrote y el Bisturí
Parte II
Omar José Hassaan Fariñas - 03 de marzo de 2014
La Contra-Estrategia de IV Generación
Lo evaluado en la sección anterior de nuestro análisis ya fue meticulosamente estudiado por innumerables expertos y analistas en Venezuela y América Latina, desde que el propio líder de la Revolución Bolivariana – el Comandante Hugo Chávez – introdujo al imaginario popular nacional estos términos asociados a este tipo de agresión durante los primeros años de lucha bolivariana. Ahora bien, lo que deseamos evaluar en esta sección son ciertas estrategias que deben ser empleadas por el Estado y la sociedad que se encuentran sometidos a dichas agresiones. Estas estrategias se fundamentan en los propios elementos que fueron descritos en la sección anterior de este análisis sobre el concepto de Guerra de IV Generación. Lo que señalaremos a continuación debería visualizarse - técnicamente – como una serie de contra-estrategias para responder a una estrategia general de Guerra de IV Generación:
El Ámbito Comunicacional 
El gobierno nacional, los movimientos sociales, los medios de comunicaciones nacionales y los aliados del proyecto político del gobierno que sufre una amenaza del tipo descrito en el documento anterior, deberían aplicar las siguientes estrategias, a saber:
  • Emplear, de la manera más eficiente, eficaz y contundente posible, todos los medios de comunicación y divulgación que apoyan el gobierno o que son operados por las comunidades o grupos sociales adeptos al mismo, para darle respuesta a la campaña mediática desestabilizadora. Para estos propósitos, se requiere de una gran inversión de largo plazo y una dedicación ininterrumpida a la construcción de múltiples líneas de difusión estatal (Telesur, Correo del Orinoco, etc.), a la vez de estimular los medios de comunicaciones comunitarios que operan independientemente de las grandes cadenas privadas. Estas estrategias comunicacionales son inútiles sin preparación previa por parte del Estado y el Partido en el poder, y no se pueden emplear de manera efectiva durante una crisis sin previa preparación y planificación.
Estos medios poseen la estratégica y vital tarea de desmontar la gran mayoría de los discursos, alegatos y pretensiones que se van generando desde el campo contrario, de manera metódica, consistente y pragmática, apoyándose en criterios y discursos universales, en vez de criterios particulares, es decir, criterios que puedan llegar a toda la población, y no solamente los partidarios y simpatizantes del gobierno. Los criterios propios del proyecto político del gobierno pueden ser retomados “al pasar la tormenta”, pero cuando el gobierno se encuentra en el propio “ojo del huracán”, el discurso del mismo debe ser lo más universal y general posible, reduciendo o hasta revertiendo las indignaciones y las frustraciones de la población en general - generadas por el campo opositor - hacia indignaciones y frustraciones contra quienes tratan de engañar y manipular el pueblo.
  • Es importante que los discursos de los líderes políticos durante la agresión fascista coincidan – y de manera altamente coherente - con los discursos, ideas y conceptos que difunden los medios de comunicación que apoyan el gobierno sometido a la embestida fascista, pero a la vez que la totalidad del discurso oficialista – tanto el del gobierno como el de los medios - evite a todo costo ideas extremas, violentas, represivas, racistas, intolerantes, terroristas, vengativas o de cualquier otro índole negativo. El énfasis debe ser en la paz, la convivencia, advertir sobre los horrores de las guerras civiles, exaltar el progreso socioeconómico y la justicia social, todos elementos que contrastan con la lista anterior. Denunciar el complot de las fuerzas adveras es importante, pero aún más importante es difundir la naturaleza no-bélica, nacionalista, tolerante, pacifica pero a la vez fuerte del proyecto político del gobierno. A lo largo del conflicto, el gobierno y sus aliados deben estimular el surgimiento de una dualidad en los discursos políticos que se desarrollan en toda la nación durante la crisis: el discurso positivo gubernamental como elemento contestatario al discurso negativo oposicionista. 
Otro tema de inmensa importancia en la lucha de los discursos es obligar a los supuestos contrincantes a “revelar” al público sus agendas o demandas. Por lo general, los golpistas nunca revelan objetivos macros y reales de manera pública, sino se dedican a demandas abstractas o no-realizables como el “cese de la represión”, la “libertad incondicional para los luchadores heroicos” que destruyeron propiedades públicas y privadas, paralizaron sectores de la ciudad o asesinaron a ciudadanos de ambos campos políticos. Recordemos que por lo general, las víctimas del oficialismo no son consideradas como verdaderos “seres humanos” por parte de los dirigentes de la oposición yo sus aliados de los medios de comunicación (es de notar cómo la cadena de noticias norteamericana CNN obvia señalar victimas del fascismo venezolano como los motorizados decapitados por los alambres tensados colocados por los “manifestantes pacíficos” de la oposición, pero otorga una cobertura mediática mundial a cualquier fallecido o lesionado de la oposición).
Si los dirigentes de la oposición declaran que quieren “paz”, pues se convocan a conferencias por la paz, si quieren dialogo, se les otorga la oportunidad para dialogar sin condiciones algunas. Pero si lo que desean es la dimisión del Presidente, pues el apego a la Constitución y la voluntad del pueblo expresada claramente en los procesos electorales es la única respuesta real y practica que puede ofrecer el gobierno a dichas demandas. Si se desea que se “liberen” los sujetos violentos, pues se les informa que la impunidad NO forma parte de la Constitución del país. El punto es obligar a los líderes del fascismo a aceptar una de dos opciones: o el dialogo, o la hipocresía que expone su doble discurso, pero en ambas instancias, se busca transformar - mediante el discurso oficial – cualquier ventaja “moral” de la oposición en una debilidad que afecte negativamente su legitimidad.    
El Ámbito Político    
  • Otro componente de la estrategia de imagen debe radicarse en el manejo político, transcendiendo de esta manera lo meramente mediático. Esto implica dividir las tareas de difusión política – a cargo de los funcionarios de alto nivel y los líderes partidistas y comunitarios del proyecto político bajo ataque – en dos ámbitos, a saber:
    • Se debe generar, programar y ejecutar una ofensiva política/diplomática internacional (otorgándole prioridad a la región en la cual se encuentra el país bajo ataque de las fuerzas imperiales), que exhiba un marcado aumento en el activismo político internacional por parte del gobierno, tanto en los países aliados como en las instituciones internacionales, para denunciar el complot y desarticular las campañas mediáticas de uno de los enemigos principales del gobierno: los medios de comunicaciones globales. La contraofensiva gubernamental en el ámbito internacional debe buscar una serie de pronunciamientos por parte de gobiernos aliados, conferencias de emergencia de los organismos internacionales en defensa de la democracia y en denuncia de los actos violentos, a la vez de activar todos los mecanismos diplomáticos bilaterales y multilaterales a través de las embajadas del país para contrarrestar las campañas de los gobiernos y los medios de comunicaciones hostiles al mismo.
    • Esta última estrategia u ofensiva política/diplomática debe tener su equivalente en el ámbito doméstico o interno del país. Como existen adeptos a la oposición entre la población nacional, igualmente existen adeptos al proyecto político del gobierno, más bien, en la mayoría de los casos, estos últimos necesariamente deberían formar la mayoría de la población electoral del país. La estrategia de difusión política requiere de un activismo político sin precedencia hacia el interior del país, por parte de los dirigentes de alto nivel del gobierno y sus partidos políticos, pero aún más importante, por parte de los movimientos sociales que se identifican con el proyecto político del gobierno. En un sentido netamente gramsciano (el filósofo italiano Antonio Gramsci), debemos recordar que una hegemonía (o una contra-hegemonía) se construye y se nutre desde el ámbito de la sociedad civil (lo que en Venezuela se identifica como el “Poder Popular”), mientras que la misma posee su protección o “caparazón” en la capacidad coercitiva del Estado. Cuando la hegemonía se enfrenta a un desafío potencialmente mortal, es la misma sociedad civil que protege la hegemonía y le otorga legitimidad.
Esta última afirmación gramsciana nos indica claramente que en los momentos de crisis fascista (y quien mejor nos puede hablar del fascismo que el propio Gramsci), las fuerzas progresistas poseen su santuario o refugio en el propio Poder Popular. Si este poder fue meticulosamente construido, nutrido, organizado y fomentado tanto moral como intelectualmente por parte del partido y las instituciones del Estado antes de una crisis, esta expresión popular puede actuar contundentemente para proteger el proyecto político que lo engendró en primer lugar. Si el gobierno no hubiera realizado dicha tarea con suficiente anticipación, el mismo se enfrentaría al peligro fascista sin tener quien lo ampare en estos momentos cruciales para su existencia (como fue efectivamente el caso del presidente ucraniano Yanukovych).
En Venezuela, la construcción del Poder Popular y la Unión Cívico-Militar han avanzado lo suficiente como para ofrecer apoyo al proyecto político del gobierno durante una situación de riesgo, pero aún queda mucho por realizar. La creación de los Consejos Comunales, las Comunas y el Polo Patriótico, son todos logros contundentes que actúan en la actualidad como elementos cruciales para salvar el proyecto bolivariano, más allá del propio poder coercitivo del Estado. Adicionalmente, la creación de Grandes Misiones Sociales como la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor (GMBNBT), ha profundizado el alcance y la eficacia del Poder Popular en Venezuela. Los “corredores territoriales” de la GMBNBT abren los espacios sociales y territoriales necesarios para que el pueblo pueda asumir la doble tarea de adquirir consciencia sobre la conspiración fascista en el país, y a la vez poder defenderse a sí mismo – desde los mismos corredores - de una invasión o de acciones bélicas por parte de paramilitares, terroristas u otros elementos destructivos. La prioridad política seria, entonces, el empleo efectivo del Poder Popular para realizar estas dos tareas, y de esta manera neutralizar la posibilidad de que se sumen las grandes mayorías del país a la conspiración para derrocar el gobierno nacional.  
  • La unificación de criterios y discursos por parte del gobierno y sus aliados debe ser un lado de una moneda: el otro lado de esa misma moneda es la unificación del liderazgo, la coherencia del alto mando político, y el sometimiento de los dirigentes de segundo nivel a la máxima autoridad política, militar y administrativa del gobierno (obviamente, el Presidente de la República), un liderazgo que debe encontrarse – de manera incuestionablemente clara - en la forma de una sola persona. Una de las claves más importantes para sobrevivir estas agresiones es la calidad del liderazgo que posee el proyecto político que se encuentra asediado: su paciencia, su prudencia, su sagacidad y su capacidad para discernir. Claro, todas estas calidades son completamente inútiles si el liderazgo máximo del gobierno se encuentra cuestionado, rechazado o deslegitimado, desde sus propias filas. Las divisiones internas, aun cuando sean minúsculas, son fatales para un gobierno sometido a una guerra psicológica.
Es durante estos tipos de crisis que efectivamente se construye el verdadero liderazgo de una persona. Los líderes no nacen, sino que se forman dentro del marco de dos procesos interrelacionados: un largo proceso de formación intelectual y moral antes de asumir el liderazgo, y, al asumir el poder o la autoridad, otro proceso de formación en base a las experiencias acumuladas durante las luchas y los desafíos de una gestión. Ese proceso de formación interna del liderazgo de un hombre o una mujer conlleva - al mismo tiempo – a la construcción de la “verticalidad” de la autoridad de una estructura gubernamental o un movimiento político. En otras palabras, el líder se construye a sí mismo, y a la vez construye su autoridad en relación a los dirigentes y aliados de su propio proyecto político, creando una estructura de autoridad que debe mantener una relación vertical bastante clara (disciplina interna) durante los momentos de crisis.    
  • La unificación de criterios del gobierno debe ser acompañada por una estrategia que busca fomentar la desunión o la segregación del liderazgo político y social de quienes se proyectan como los líderes oposicionistas (ya que los verdaderos líderes de cualquier acto subversivo se mantienen en posturas latentes). Es por eso que el discurso del gobierno nunca debe conceptualizar todas las fuerzas opositoras bajo un solo criterio, sino dividir las mismas entre la máxima cantidad de criterios o categorías posibles, y resaltar - una y otra vez - las diferencias que puedan existir entre los varios sectores de la oposición. La repetición de dichas rupturas, desacuerdos o diferencias de estrategias en el seno de las fuerzas adversas al gobierno funciona como un goteo de agua sobre una piedra: inicialmente, las gotas causan poco daño, pero de manera repetida y consistente, pueden perforar hasta las piedras más sólidas.
  • Otra estrategia para separar, desagregar o desarticular el liderazgo visible de las fuerzas fascistas es la adopción – por parte del gobierno - de medidas de castigo y recompensa: quienes persisten en el empleo de métodos violentos para derrocar el gobierno, les debe caer el máximo peso de la ley, y deben ser señalados como criminales (cuando efectivamente ordenan actos criminales) en los ámbitos nacionales e internacionales. Alternativamente, quienes se oponen al gobierno pero dentro del marco de la Constitución y las leyes, y quienes están dispuestos a esperar el próximo proceso electoral para mejorar sus condiciones políticas y oficiales, deben recibir toda la atención positiva del Estado: apoyo financiero, legitimación, aceptación e inclusión como verdaderos socios en un proceso Único de construcción de la Nación que se sitúa firmemente bajo el liderazgo del gobierno nacional. De esta manera, las pequeñas “grietas” en la coalición que busca destruir un gobierno democrático empiezan a transformarse en inmensos “cráteres”.

El Ámbito de la Seguridad
  •  Las actividades de seguridad e inteligencia no desaparecen por completo de la contra-estrategia del gobierno que lucha contra el fascismo  interno, solo que adquieren aspectos completamente diferentes a las que tradicionalmente asumen en un conflicto militar tradicional o clausewitziano. En las Guerras de IV Generación, la supremacía del armamento militar del Estado no es el factor fundamental o cardinal para lograr la victoria. Ahora bien, lo antes señalado no implica que no existe un rol de inmensa importancia para los órganos de seguridad del Estado. A nuestro criterio, existen dos roles claves para los órganos de seguridad en estos tipos de conflictos, a saber:
    •  Los órganos de inteligencia, tanto los militares (la Dirección de Inteligencia Militar) como los del orden público (el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas), deben estar constantemente alertos, indagando sobre todos los pequeños acontecimientos que exhiban una probabilidad de transformarse en “detonantes” de un grave problema de seguridad. El trabajo de inteligencia no se limita a los órganos del Estado, sino que debe incluir la inteligencia social, las redes u organizaciones no gubernamentales adeptas al proyecto político del gobierno, intermediaros, periodistas, etc. Aunque el trabajo de inteligencia y contra-inteligencia constituye uno de los componentes más delicados y a la vez difíciles de esta forma peculiar de guerra, el gobierno debe tratar en lo posible de anticipar las acciones violentas, grabarlas, documentarlas, difundirlas, luego neutralizarlas y finalmente someter los actores materiales de las mismas al peso completo de la ley.
Naturalmente, anticipar este tipo de acciones es un poco difícil, pero las actividades de vigilancia, monitoreo, inteligencia, infiltración y análisis de la información que proviene desde el campo o las instituciones del enemigo, todas son actividades que puedan ayudar substancialmente a detectar, controlar y neutralizar el daño antes que suceda. En este sentido, la lucha de inteligencia es idéntica a la que se materializa entre los Estados en el sistema internacional (como la guerra de inteligencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría).  
    • Los órganos de seguridad nacional deben actuar con una inmensa delicadez, restricción y autocontrol al enfrentarse a los manifestantes, quienes podemos dividir en tres categorías, a saber:
a)      Quienes participan en manifestaciones de manera puramente pacífica y no poseen la más mínima intención de tomar acciones de provocación, destruir propiedades públicas o privadas, trancar calles o atacar miembros de los cuerpos de seguridad del Estado.
b)      Quienes se insertan dentro de las manifestaciones pacíficas con la intención de causar daño a la propiedad pública o privada, tirar unas cuantas piedras y bombas molotov, romper vidrios o puertas, o posiblemente aprovechar y robar o saquear un poco. Estos elementos, por lo general, no forman la columna vertebral de la agresión fascista, pero son importante por razones netamente mediáticas. Su presencia en muchas instancias obedece a criterios personales: unos (aunque no todos) quieren ser “rebeldes” o “heroicos”, desean impresionar o seguir a otra persona del sexo opuesto, acompañar un (a) amigo (a), etc. El daño que puedan causar es de poco alcance, casi siempre de índole infraestructural, pero por lo general no suman muchos “puntos” políticos para el plan de derrocamiento del gobierno, sino que actúan como un preludio para la verdadera embestida. Estos elementos ayudan a “calentar” las calles, pero nunca logran tener un impacto político substancial, es decir, el daño que causan es mas a la propiedad que al gobierno mismo.
c)        Expertos en sabotaje, asesinos, mercenarios, delincuentes organizados que igualmente se filtran entre los manifestantes, pero poseen una clara y precisa misión, una que busca causar daño político trascendente (por lo general asesinan miembros de la misma oposición). Los resultados de las “misiones” de estos individuos sirven para “movilizar” los instrumentos políticos y diplomáticos internacionales hacia el objetivo final, que naturalmente es el derrocamiento del gobierno. Ejemplos de esta categoría incluyen los francotiradores en el Puente Llaguno de la ciudad de Caracas, el 11 de abril de 2002 (funcionarios del Grupo Fénix de la PM y efectivos de la GN comprometidos en el golpe, por ejemplo), el portugués João de Gouveia, quien conocemos por sus asesinatos en la Plaza Francia de Altamira, el 6 de diciembre de 2002, o el mercenario procedente del Medio Oriente con intenciones de colocar carros bomba, aprehendido por el Gobierno Bolivariano en la ciudad de Maracay el 24 de febrero de 2014.
Aún más problemático son los elementos de esta misma categoría que operan en grandes grupos armados y que penetran clandestinamente las fronteras terrestres o marítimas del país para causar la máxima expresión posible del caos: una guerra contra la República. Ejemplos de esta “sub-categoría” incluyen las hordas de paramilitares que operan en la frontera colombo-venezolana, el ejército de mercenarios internacionales organizados por la CIA y comandados por el fascista guatemalteco Carlos Castillo Armas para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz, o el ejército de mercenarios colocados en las costas de la Bahía de Cochinos por la CIA en 1961 para derrocar al gobierno de Fidel Castro Ruz
    • La categoría “a” del punto anterior es la más delicada para el gobierno – en un sentido estrictamente mediático - pues por lo general, una agresión física por parte del Estado o de un simpatizante del gobierno contra cualquier miembro de dicha categoría es equivalente a “ganar la lotería” para los sangrientos medios de comunicaciones globales, pues los manifestantes tipo “a” son quienes representan el máximo “capital mediático” para los mismos. Si los atropellados o los lesionados son mujeres, o preferiblemente mujeres de la tercera edad, pues aumenta aún más el “capital mediático” y su valor político (como por ejemplo el caso de la joven venezolana Génesis Carmona), mientras que un hombre entre 30 y 40 años posee el valor mínimo de capital mediático, aunque igualmente puede ser empleado en la estrategia comunicacional del fascismo. Aunque los órganos del Estado deben evitar causar daño físico a todos los manifestantes, estos grupos en particular deben ser evadidos a casi cualquier costo. Es por eso que los elementos de la categoría “c” antes señalados se dedican a disparar personas de la categoría “a” por su alto contenido de “capital mediático”, y obtener de esta manera las víctimas necesarias para su “lotería”, asunto que se hace necesario para el fascismo, especialmente si el gobierno actúa de manera astuta y evade reprimir o asesinar estos sujetos del tipo “a” (y los de la categoría “b” también).
    • La categoría “b” constituye un pequeño dilema para el gobierno, pues aunque igualmente no se pueden tomar acciones contundentes contra los mismos (ellos poseen un “capital mediático” también, aunque no tan alto como los de la categoría “a”), alternativamente no se puede permitir que actúen de manera impune. Si el gobierno actúa contra los mismos, está condenado por reprimir a los “pobres indefensos manifestantes que solo ejercen su derecho político de manera pacífica”, pero si el gobierno no actúa, igualmente está condenado, pues su inacción demuestra ingobernabilidad, perdiendo su autoridad y legitimidad al fallar en su misión primordial: mantener el orden público. La contradicción inherente que se puede ver en la frase anterior, y que confirma indudablemente que ciertos manifestantes NO son pacíficos, nunca es resaltada, señalada o debatida por parte de los medios de comunicaciones globales. Los mismos, junto a los gobiernos imperiales, nunca proponen soluciones para este dilema, precisamente a raíz de que dependen de esta contradicción para lograr sus objetivos políticos.
    • La categoría “c”, obviamente, es la más peligrosa - en un sentido estratégico-militar - asunto que queda obvio si se contempla el inmenso daño que pueden causar tanto a los ciudadanos del país (de ambos campos) como al gobierno nacional. Es en esta categoría que el gobierno nacional puede obviar las estrategias más “delicadas” y actuar con toda la capacidad bélica del Estado para neutralizar a los mismos, específicamente los de la sub-categoría señalada en el punto “c”. Cabe señalar que de acuerdo al Protocolo Adicional de 1977 de la Convención de Ginebra sobre el Trato Humanitario de los Prisioneros de Guerra (originalmente de 1929), los mercenarios no deben ser considerados como “prisioneros de guerra”, y al no entrar dentro de los protocolos de la convención, pueden ser tratados como criminales comunes y corrientes, bajo las leyes nacionales del país que capturan a los mismos.
Para neutralizar este inmenso peligro para la soberanía del país, los órganos de inteligencia del Estado deben detectar la presencia de los mismos en el territorio nacional (sin duda alguna, una de las tareas más difíciles que pudiera tener cualquier Estado-Nación), para que luego los órganos de seguridad nacional (específicamente las Fuerzas Armadas) tomen acciones contundentes para aniquilar la amenaza detectada.
Lo antes señalado es mucho más fácil decretarlo que realizarlo, pero aun con todas las dificultades que conlleva, es una de las tareas más importantes de una contra-estrategia general para enfrentar el enemigo, que como un “Iceberg” (témpano de hielo), solo se puede visualizar claramente 10% de su estructura, mientras que el resto se oculta bajo las aguas oscuras del sistema internacional.
Conclusiones
Los puntos antes señalados constituyen un bosquejo muy general (y hasta superficial) de una estrategia política para neutralizar un Golpe de Estado que se realice en el marco de una Guerra de IV Generación. Pero ninguna de estas estrategias tendría ni la más mínima probabilidad de éxito sin el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas y los órganos de seguridad del Estado. Todo el éxito electoral no les sirvió para nada a líderes democráticos como Jacobo Arbenz, Salvador Allende o Mohammad Mussadagh, pues en el fin, y con todo el apoyo popular que poseían, fueron traicionados por sus propias fuerzas armadas. Si solo vemos la situación actual en Egipto, pudiéramos comprender con más claridad el punto antes señalado. Al asumir la presidencia del país luego del primer y único proceso electoral real en los seis mil años de historia egipcia, el Presidente Mohammad Mursi confió en la sinceridad de las Fuerzas Armadas egipcias y su supuesto apego a la institucionalidad y la Constitución del país. En vez, el alto mando militar actuó de manera organizada y clandestina junto a los partidos de oposición (que no pudieron derrocar electoralmente a los Hermanos Musulmanes), y el 3 de julio de 2013, dieron su golpe de estado, derrocando a Mursi y eliminando la Constitución y todos los poderes del Estado. Los militares actuaron justo en el contexto de las protestas contra el gobierno de Mursi, muchas fomentadas por los partidos de oposición, los medios de comunicación adeptos al gobierno dictatorial de Hosni Mubarak, y los mismos líderes de la Junta Militar. 
Si comparamos los componentes de la estrategia descrita en esta sección con las acciones del gobierno bolivariano durante los meses de febrero y marzo de 2014, podemos ver un alto nivel de concordancia y concurrencia entre ambos, es decir, la “Estrategia de Maduro” coincide con la mayoría de los puntos antes identificados. Esta concurrencia quizás sea el elemento primordial que pudiera explicar cómo - hasta los momentos – la Guerra de IV Generación aplicada contra la Revolución Bolivariana no ha logrado los niveles de éxito que se pueden evidenciar en Ucrania, Libia, Siria, Egipto, etc. Queda completamente claro para cualquier observador o analista serio, que la estrategia actual del Presidente Maduro para afrontar la crisis NO se fundamenta en el uso desmedido del “garrote” del Estado, como efectivamente lo realizó - de manera poco sagaz y sabia - el ex – Presidente ucraniano Viktor Yanukovych.
Ceder o sucumbir con respuestas violentas a las provocaciones fomentadas en el marco de una guerra de IV Generación, es precisamente lo que se busca con este tipo de conflicto. Recordemos que las potenciales víctimas de una respuesta violenta por parte del Estado no son necesariamente los estrategas o impulsores de la desestabilización. Los estrategas y líderes de la ofensiva fascista no poseen ni el más mínimo interés en proteger o resguardar la vida de los grupos que ellos mismos movilizan y utilizan, sino que perciben a los mismos como instrumentos a ser sacrificados en el altar de la más “noble y justa causa”: obtener el poder y poner sus manos sobre los órganos del Estado y la riqueza del país. Es por eso que se busca, desesperadamente, una respuesta violenta por parte del gobierno, una acción de lo que popularmente llamamos “mano dura”.
Esta “mano dura” fue precisamente lo que causó derrocamiento de Yanukovych, y la grave situación de enfrentamiento global – en el marco de la nueva Guerra Fría entre Estado Unidos y Rusia (junto a la China) – que se encuentra en pleno desarrollo en la región de la Crimea. La respuesta violenta del ahora ex - presidente ucraniano contra los manifestantes – aunque magnificada a dimensiones absurdas por parte de los medios de comunicaciones globales - fue justo lo que buscaban los estrategas de los grupos violentos de la oposición fascista en ese país europeo (grupos como “Pravy Sektor” (Sector Derecha) y el partido “Svoboda”, “descendientes” políticos de “Stepan Bandera”, famoso colaborador ucraniano con el III Reich durante la Segunda Guerra Mundial) y sus aliados europeos y norteamericanos. Lamentablemente, lo lograron, y la pesada “mano dura” del Estado solo logró “incendiar” aún más el país, justo lo que se necesita para tumbar un gobierno elegido democráticamente. Recordemos que los catorce militares fascistas de la Plaza Altamira en el 2002-2003 nunca fueron desplazados de manera violenta, sino que progresivamente fueron perdiendo relevancia hasta que sus iniciativas colapsaron por su propio peso (“se fue diluyendo en su propia miseria” - Orlando Rangel Yustiz).    
Las respuestas de un gobierno democrático y progresista a una Guerra de IV Generación siempre deben iniciar con una comprensión clara y una visión penetrante de quienes son – verdaderamentelos enemigos de dicha democracia. En Venezuela, actores seudo-políticos como el Gobernador del Estado Miranda, la señora de Súmate o el joven de Voluntad Popular, por sus mismas y propias capacidades intrínsecas, nunca pudieron obtener una diferencia electoral sustancial y favorable cuando se enfrentaron al Presidente Hugo Chávez (“Águila no caza Mosca”). ¿Poseen estos sujetos la suficiente capacidad política, intelectual y moral para orquestar una ofensiva de esta magnitud y complejidad? Peor aún, ¿podemos verdaderamente creer que los líderes estudiantiles de la derecha son capaces de organizar la violencia, los paramilitares, los asesinatos, los mercenarios que azota el país, y a la vez coincidir con los medios de comunicaciones globales en sus “cruzadas” para derrocar la opción bolivariana?
Al identificar correctamente el enemigo, surgen los primeros elementos de una contra-estrategia adecuada para enfrentar estas nuevas y complejas formas de hacer guerra. En este sentido, la respuesta de un gobierno democrático no puede ser la del “garrote”, pues en estas situaciones, dicho instrumento terminaría destruyendo el mismo sujeto que lo empuña. En vez, el líder y estratega máximo de un gobierno democrático y progresista necesita alejarse del modelo representado por personas como “Theodore Roosevelt” (conocido como el “Gran Garrote”) y acercarse más a los grandes estrategas de la historia universal como el chino “Sun Tzu”, quien declaró en su famoso libro, “El Arte de la Guerra” que “el arte supremo de la guerra es someter el enemigo sin tener que combatir”. Líderes vietnamitas como Vo Nguyen Giap y Ho Chi Minh pudieron derrocar a un enemigo que poseía una abrumadora ventaja cuantitativa y tecnológica, no tanto por el empleo de la fuerza bruta (que de todas maneras era cuantitativamente inferior a la de sus adversarios), sino en la combinación de varias cualidades personales: paciencia, sabiduría, templanza, contención y sobretodo autocontrol.

La ira, la cólera, las pasiones desmedidas y los deseos de retribución son los elementos que el enemigo busca inducir en el pensamiento y acción de quienes poseen el liderazgo actual de la Revolución Bolivariana, de la misma manera que lo buscaron – sin éxito alguno – con el Presidente Hugo Chávez. Si se desea preservar el proyecto político del Comandante Chávez y evadir una aniquilación del mismo, el Presidente Maduro debe “extraer” el tumor maligno – el complot fascista actual – mediante el uso de un “bisturí” político, mediante el empleo de un “procedimiento” que quizás sea lento, complejo, frustrante y genere la apariencia de tener lideres indecisos o débiles, pero en la realidad, es efectivamente la única manera segura para derrotar a un enemigo en un escenario altamente asimétrico, como lo es el escenario conflictivo entre Estados Unidos y la Revolución Bolivariana.    

La Estrategia de Maduro: Entre el Garrote y el Bisturí. Parte I

La Estrategia de Maduro: Entre el Garrote y el Bisturí.

Parte I

Omar José Hassaan Fariñas - 03 de marzo de 2014

La “Mano Dura”

Desde que inició este último capítulo de la larga y repetida saga de actos violentos para derrocar al gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, empecé a escuchar – con un poco de preocupación – opiniones que circulan dentro del propio ámbito social del chavismo sobre la respuesta actual del gobierno nacional a la violencia de las hordas fascistas, criticando las acciones del gobierno por una supuesta ausencia de “mano dura” que pueda imponer un fin definitivo y contundente a esta serie de actos repletos de terror y violencia, y que amenazan con consumir a todos los venezolanos.

Me imagino que con la expresión “mano dura”, se refieren al empleo de la capacidad bélica o coercitiva de los órganos de seguridad del Estado para desplazar a los grupos violentos e imponer el orden público mediante la fuerza. Para ser más preciso, utilizar la Guardia Nacional y los órganos policiales para imponer el orden, suspender y dispersar las marchas y las protestas, utilizar municiones “activas” (reales) y someter a todos los manifestantes, sin diferenciar entre los mismos, con la esperanza de que el miedo de la “mano dura” pueda dispersar sus esfuerzos y neutralizar el intenso activismo político y las expresiones altamente violentas que exhiben ciertos sectores de la oposición.

Comprendo la preocupación de los militantes bolivarianos, a la vez de los otros ciudadanos de la República, que aunque no comparten los  criterios de la Revolución Bolivariana, repudian y rechazan las actuaciones de las bandas delictivas que pretenden asesinar, herir y destruir en nombre de la “patria”. Pero a la vez, quiero expresar mi gratitud a Dios, todo poderoso y misericordioso, que efectivamente el gobierno bolivariano NO se encuentra en la actualidad desarrollando una estrategia de “mano dura” en respuesta a la situación que viene desarrollándose en el país desde el 12 de febrero (en realidad, este nuevo proceso golpista inició el 2 de febrero de 2014 - en el Estado Nueva Esparta - cuando estos mismos fascistas atacaron el equipo de beisbol cubano durante la Serie del Caribe).
El gobierno bolivariano ha tomado una serie de medidas, que si se analizan desde una óptica global, podemos observar que surge de las mismas una estrategia bastante coherente y metódica, que no obedecen estímulos “mercuriales” o “apasionadas” y que ignora los impulsos instintivos más básicos y emotivos, a favor de la razón, la lógica, y sobre todo, la sabiduría en el manejo de esta agresión política, económica y social que enfrentamos todos los venezolanos. Podemos, por el momento, denominar el conjunto de medidas y acciones por parte del gobierno nacional como la Estrategia de Maduro”, aunque en realidad, y si le preguntamos al mismo Presidente, nos diría que la misma fue, es y seguirá siendo la estrategia del propio Comandante Hugo Chávez Frías.
A criterio de quien suscribe, evaluar la estrategia del Presidente Maduro requiere de una visión que transcienda lo meramente local o nacional, producto – en primer lugar - de las semejanzas entre la situación venezolana y otras instancias en el sistema internacional que padecen de esta misma “enfermedad crónica”, quienes por lo general son gobiernos que no se circunscriben a las políticas de Washington. Pero en segundo lugar, la visión analítica que proponemos aquí debe transcender lo local (nacional), específicamente a raíz de que los verdaderos actores intelectuales de la agenda sangrienta contra Venezuela no viven en este país. La estrategia del Presidente Maduro para neutralizar la agresión terrorista es la única verdaderamente válida para salvar no solamente a la Revolución, sino a la democracia y hasta el propio país y todos sus habitantes, aunque los “movimientos estudiantiles” de la oposición no lo crean. A continuación, en este documento que se divide en dos partes, esperamos demostrar la veracidad de lo que acabamos de señalar.

Lo Que se Busca

Definitivamente, el Presidente Maduro no ha utilizado la “mano dura” que tanto anhelan y desean los grupos fascistas que se imponga, pues más allá de ciertos incidentes aislados por parte de la Guardia Nacional (con miembros de la misma bajo investigación por el Estado a raíz del uso desmedido de la fuerza, asunto que nunca sucedió durante el Caracazo) y negarle a los manifestantes la posibilidad de “invadir” el este de Caracas después del daño que le causaron a la sede de la Fiscalía de la República y la zona del Parque Carabobo, los actos violentos continúan – y con muy pocas restricciones - en sus supuestos “bastiones” en partes del oeste de la capital del país, a la vez de la ciudad de Maracaibo y el Estado Táchira. Estos agentes fascistas que “operan” en estos puntos aislados del país “sueñan” con lograr dos victorias políticas/mediáticas estratégicas, y que podemos resumir en los siguientes puntos:
  • Lograr la expansión de las protestas violentas hacia todo el interior del país, con manifestaciones y actos violentos en múltiples focos, preferiblemente en los barrios y las zonas más pobladas de la nación, lo que podemos identificar como la estrategia de “incendiar el país”. En este sentido, el “volumen” de las demostraciones no es tan importante como la presencia de los actos violentos y anti-constitucionales en múltiples focos geográficos. Ya el asunto del “volumen” sería trabajo de los medios de comunicaciones, quienes son expertos en el arte de maquillaje y montaje de las cifras y la realidad en general, representando una concentración de cien elementos violentos como una de miles y miles de “luchadores” pacíficos. Si se generan actos violentos, se les atribuyen todos al gobierno, y si no existen los mismos, se fabrican, asunto demasiado factible y realizable para los expertos en guerra psicológica de los medios de comunicaciones nacionales y globales. 
  • Provocar una serie de respuestas violentas por parte del Estado o de los grupos adeptos a la Revolución Bolivariana. Nada es más deseado y anhelado por parte de las hordas fascistas que poder reproducir en Venezuela lo que sucedió en las plazas de Al-Nahda y la Mezquita de Rabaa al-Adawiya de la ciudad del Cairo en agosto de 2013, o en el Maidan Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) de la ciudad de Kiev en febrero de 2014. En Egipto, las masacres de agosto de 2013 dejó un saldo de más de 600 muertos (la oposición en ese país señala una cifra mucho más alta), mientras que las protestas sangrientas en Kiev lograron - luego que exitosamente pudieron provocar el gobierno de ese país a generar respuestas violentas - destruir el gobierno del Presidente ucraniano Viktor Yanukovych. Los medios de comunicaciones globales – en cooperación con las hordas que tanto desprecian la democracia en Venezuela – pueden magnificar a dimensiones astronómicas los sucesos en las calles, pero para eso necesitan que “algo” suceda, para poder magnificarlo. Claro, siempre pueden inventar o crear “represión” de la nada (veamos como las fotos de actos de represión en otros países fueron atribuidas al gobierno venezolano), pero estas fabricaciones nunca poseen la misma contundencia que pudiera exhibir “un poquito de represión” verdadera.
Este último punto nos ayuda a identificar correctamente el verdadero enemigo que enfrenta el pueblo venezolano: no son las hordas fascistas, ni sus aliados de los medios de comunicación nacional, ni tampoco los “dirigentes” de la MUD (quienes son “dirigidos” en vez de “dirigir” ellos mismos). 

Los verdaderos enemigos son quienes requieren de los eventos o sucesos que puedan producir todos los “elementos” nacionales para poder tomar acciones políticas, diplomáticas, institucionales y económicas en el ámbito internacional y que conjuntamente puedan destruir – progresivamente - el gobierno y hasta todo el país si es necesario. Si el plan resulta en la destrucción masiva del país objeto de la agresión, pues no importa: en primer lugar, no es su país, es el de otros, y en segundo lugar, la destrucción solo implica más “contratos de reconstrucción” para los actores intelectuales de la agresión imperial. 

El verdadero actor que controla las “marionetas” fascistas en Venezuela es el mismo actor que impuso su voluntad en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Egipto, Ucrania y tantos otros países del mundo: el gobierno de Estados Unidos y sus múltiples “tentáculos” institucionales, organizacionales y económicos.

Quienes reprocharan al Presidente Maduro desde el oficialismo por no aplicar la llamada “mano dura” contra las hordas fascistas, aun no comprenden la verdadera naturaleza del enemigo de la Revolución Bolivariana, un enemigo que se encuentra esperando – pacientemente – por esas mismas acciones de mano dura que tanto demandan y solicitan. No queda duda alguna que la República Bolivariana de Venezuela y los ciudadanos que rechazan la violencia en la misma – una mayoría abrumadora – se encuentran sometidos a una guerra sistemática y sin piedad, en eso todos estamos claro. Lo que no les queda claro a ciertos comentaristas o simpatizantes del chavismo es que tipo de guerra se le esta aplicando al país, quienes verdaderamente la dirigen, y que tipo de evolución debe tener la misma para lograr sus objetivos.  

Las Guerras de IV Generación

La guerra que se le aplica al país en la actualidad posee muchos nombres: Guerra de IV Generación, Guerra Psicológica, “Golpe Suave”, Guerra de Baja Intensidad, “Revoluciones de Colores”, etc. Aunque tiene varias “etiquetas”, este tipo de conflicto siempre exhibe una serie de tácticas bastante monótonas, repetitivas y consistentes, de la misma manera que los dictámenes del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional se aplican por igual a todos los países del Sur, sin percibir cualquier tipo de variedad entre economías tan complejamente diversas como la de Venezuela, Egipto o Sudáfrica. Indiscutiblemente, y disculpen si les presento un argumento tan obvio y elemental, estas formas de guerra no se realizan mediante el empleo de tanques o buques de guerra (aunque durante las etapas finales de la misma, sí se requiere de dichos instrumentos de guerra, como se pudo ver en Libia). 

Lo que quizás no sea tan obvio, es que las estrategias coercitivas tal vez no sean las respuestas más adecuadas o convenientes para neutralizar estos tipos de agresiones. Las guerras de IV Generación son operaciones “delicadas” y hasta incluso pudiéramos decir “quirúrgicas”, asuntos verdaderamente delicados y refinados, en los cuales el empleo desmedido de la fuerza, o la política del “garrote,” haría más daño que beneficio. A continuación, haremos una breve descripción de las supuestas Guerras de IV Generación – desde la perspectiva operativa de las potencias imperiales – lo cual constituye el objetivo de la primera parte del análisis actual.

Las Guerras de IV Generación, irónicamente, se refieren originalmente a las guerras de guerrillas empleadas por un ejército o un movimiento popular y/o nacionalista para derrocar a una dictadura amparada por las estructuras de un Estado-Nación. Originalmente conceptualizado por el norteamericano William Lind  y un grupo de militares de ese país, el término constituye una serie de respuestas “novedosas” (en realidad, son tácticas bastante antiguas) por parte de movimientos o actores no estatales que trataban de desplazar las ocupaciones militares e imperiales de Estados Unidos durante la Guerra Fría. 

Al encontrarse en una correlación de fuerzas altamente asimétrica en relación a un enemigo que posee bombarderos, tanques, buques de guerra y armas químicas y biológicas, las entidades no estatales o los movimientos guerrilleros utilizaban tácticas de enseñanza y/o propaganda, organizaciones sociales de carácter político y militar, operaciones clandestinas, tácticas de “hit and run” (atacar y correr), confusión sistemática, entre otras, para superar la brecha tecnológica y las capacidades logísticas que poseen los Estados y los ejércitos invasores.

Ciertos elementos de este tipo de lucha fueron paulatinamente empleados por las mismas potencias occidentales cuando les llegó el turno de derrocar gobiernos y destruir “estados enemigos” desde adentro, aunque ya dichas estrategias fueron puestas en práctica durante la Guerra Fría y no después, como ciertos expertos alegan. Los golpes de estado contra los gobiernos nacionalistas y antiimperialistas de Jacobo Arbenz en Guatemala y Mohammad Musadag en Irán son ejemplos de la versión imperial de las estrategias de Guerra de IV Generación. En la versión supuestamente “posmoderna” (periodo pos-Guerra Fría) de las Guerras de IV Generación, el concepto desarrollado por Lind y sus amigos militares evoluciona a raíz de las múltiples contribuciones intelectuales por parte de organizaciones políticas norteamericanas, entre las más importantes podemos señalar al “Instituto Albert Einstein de Gene Sharp, los “Soros Founation” y “Open Society Foundations” de George Soros, el “International Center for Nonviolent Conflicts (ICNC) de Peter Ackerman y Jack Duvall, el “Freedom House de William H. Taft IV, la “National Endowment for Democracy (NED) de Carl Gershman y el “International Republican Institutedel senador estadounidense John McCain. 

En este tipo de conflictos, se traslada el campo de batalla desde el espacio tradicional clausewitziano (campo de batalla abierto) y hacia las ciudades y los centros civiles, urbanos e industriales. Los contornos del campo de batalla resultan imprecisos, sin exhibir “frentes identificables”, y la distinción entre “civiles” y “militares” es por lo general muy tenue. Las posibilidades que brinda el desarrollo tecnológico (especialmente la tecnología de las comunicaciones y la información) permiten que uno de los “guerreros” más claves en este tipo de conflictos sean los medios de comunicaciones globales, empleando los mismos conceptos de enseñanza, propaganda y confusión sistemática de las guerrillas, pero contra un gobierno popular y nacionalista.

Las “Vitrinas Políticas”

El elemento más importante de esta estrategia para las potencias agresoras es conseguir, fomentare, organizar, articular y financiar grupos nacionales adeptos a sus causas, es decir, adeptos con sólidos intereses económicos sectoriales, aunque la masa poblacional que debe eventualmente actuar a favor de dichos sectores no poseen ningún interés económico compartido, sino meramente una fuerte identificación ideológica

Luego se inicia la búsqueda de elementos en la sociedad que pudieran legitimar discursos políticos que descalifiquen el gobierno objeto de la estrategia de derrocamiento. Ahora bien, si los partidos políticos tradicionales opuestos al gobierno no poseen dichos credenciales (por estar desacreditados, “momificados” o divorciados de las realidades sociales del país), se busca el apoyo en otros grupos sociales, como por ejemplo los grupos juveniles y los estudiantes, quienes son muy adecuados para ejercer la función de “vitrinas políticas” para quienes no poseen viabilidad política. 

No sería la primera vez que el gobierno de Estados Unidos utilice grupos estudiantiles altamente conservadores como “carne de cañón” para una invasión o una desestabilización subversiva. 

El historiador norteamericano Nicholas Cullather, de la Universidad de Indiana, fue contratado en 1992 por la CIA como historiador para elaborar un libro titulado “Operation PBSUCCESS: The United States and Guatemala 1952-1954” (Operación PBSUCCESS: Estados Unidos y Guatemala 1952-1954) desclasificado en 1997, y que luego formó parte de un libro comercial titulado “Secret History: The CIA´s Classified Account of its Operations in Guatemala, 1952-54” (Historia Secreta: El Recuento Clasificado de la CIA y sus Operaciones en Guatemala, 1952-1954) publicado en 1999. En estas obras, Cullather señala cómo la CIA estimuló la creación de una red de estudiantes de la Universidad de San Carlos para las actividades que ellos denominaron “anticomunistas”. Aquí nos referimos al “Comité de Estudiantes Universitarios Anticomunistas (CEUA)”, creado por Mario Augusto Sandoval Alarcón (quien iría a dirigir los escuadrones de la muerte de la CIA en Guatemala durante los 1970 y 1980), e integraba elementos estudiantiles contrarios a Arbenz, muchos de ellos pertenecientes a las clases sociales afectadas negativamente por las reformas agrarias de la Revolución Guatemalteca de 1944.

Estos estudiantes fueron entrenados por los norteamericanos en métodos de propaganda: consignas antigubernamentales, repartir volantes e, incluso, fueron los encargados de distribuir artículos de prensa falsos, escritos naturalmente por los especialistas en guerra sicológica de la CIA. Estos “agentes estudiantiles” de la CIA distribuían material subversivo, utilizando rumores y difundiendo ideas en contra del gobierno: “Las tierras comunistas son tierras temporales” o “quienes reciben tierras de los comunistas son comunistas”, entre tantos otros eslóganes y campañas, todas con el objetivo de generar el pánico y la duda en la sociedad guatemalteca. Los estudiantes de la CEUA recibían apoyo del “Comité Anticomunista de Locatarios de los Mercados de Guatemala”, como también del “Comité Coordinador Anticomunista” y el “Frente Anticomunista de Liberación”, quienes trabajaban en la difusión de rumores y panfletos anticomunistas.

No solo eso, sino que igualmente participaron en actos de sabotaje como la destrucción de una torre eléctrica en Salamá, Baja Verapaz. Estos actos se dieron dentro del marco de los eventos del 29 de marzo de 1953, cuando 200 mercenarios tomaron Salamá (ciudad guatemalteca) durante 17 horas, y fueron asistidos por el CEUA y la Asociación General de Agricultores (AGA). La revuelta fue controlada,  pero ya con ese primer esfuerzo se estableció un patrón de acción. Cuando el gobierno de Arbenz desarticuló la CEUA, varios de sus líderes se fugaron a Honduras y constituyeron el núcleo central del programa contrarrevolucionario, el llamado “Comité de Estudiantes Universitarios Anticomunistas de Guatemala en el Exilio” (CEUAGE), igualmente controlado por la CIA.

La “Bola de Nieve”

Continuando con nuestro análisis, al fomentar movimientos sociales conservadores y movilizarlos políticamente, inicia la etapa de las manifestaciones, huelgas, paros sindicales, todas actividades amparadas por la Constitución y las leyes del país, si el mismo posee un sistema democrático, naturalmente. En líneas generales, la idea es utilizar la Constitución, los marcos jurídicos y los derechos políticos y sociales de un sistema democrático en contra del mismo pueblo que apoya su gobierno electo. Estas manifestaciones y huelgas, en ciertos momentos precisamente calculados, se deben transformar en acciones bélicas, desestabilizadoras y de sabotaje, con el fin de fomentar el caos necesario para debilitar las funciones de coordinación y logística, que son las ventajas más grandes que posee un Estado en caso de una invasión o una subversión.

Los medios de comunicación entran en el escenario con su efecto multiplicador, seleccionando (o fabricando) ejemplos aislados de violencia estatal contra los mismos grupos violentos y subversivos, transformando los mismos de agresores a “pobres víctimas”, lo cual debería alimentar las protestas con aun más adeptos de la población nacional – horrorizados e indignados por la “brutalidad” del Estado y sus malvados “secuaces” (simpatizantes el gobierno) – hasta poder estimular el llamado “snowball effect” (el Efecto “Bola de Nieve”). La expresión antes señalada es un término figurativo que alude a cualquier proceso que inicia de manera reducida o insignificante pero que con el tiempo, la repetición y la persistencia, va adquiriendo cada vez más “momento lineal” o momentum, eventualmente alcanzando características o proporciones potencialmente peligrosas y catastróficas.

Finalmente, al adquirir un nivel “adecuado” de caos e inestabilidad (una “bola de nieve” que se transforme en una “avalancha”), y al regarse estos efectos por varias partes o “focos” del país, se genera la sensación de una gran calamidad nacional, cuando en realidad la misma no supera unas cuantas urbanizaciones dispersas y aisladas, lo cual aporta el momento ideal para aplicar el golpe mortal (golpe de gracia) que ayuda a transformar la apariencia en una realidad: una acción militar o paramilitar, un acto terrorista u otro tipo de acción que “empuje” el país en una de dos direcciones: o colapsa el gobierno y reina el caso, que por lo general es un proceso de corta duración, producto de que los aliados locales de las potencias imperiales ya están preparados para “llenar el vacío de poder” que ellos mismos propiciaron en primer lugar (los elementos fascistas en la Ucrania del 2014, por ejemplo), o el esfuerzo logra desestabilizar el gobierno solamente de manera parcial, lo que nos lleva a una guerra civil sangrienta, que siempre es “alimentada” desde afuera. Si mis palabras no logran convencerlos, pues vean a la Siria de la actualidad, o recuérdense de la breve guerra civil en Libia.


En la próxima sección de este análisis, evaluaremos las estrategias (o contra-estrategias) que debe emplear un Estado y una sociedad para darle respuesta a una agresión imperialista coordinada por sus aliados fascistas en el territorio nacional.